Sobre
la fachada sur de la casa marcada con el número 10 de la calle del Licenciado
Primo Verdad esquina con la calle de Moneda, se puede leer en una placa que
indica: "El Virrey Don Antonio de Mendoza estableció aquí en el año de
1536, la Primera Imprenta de América. Los tipógrafos fueron Estaban Martín y
Juan Paoli". Edificada por el conquistador Jerónimo de Aguilar en 1524 la
llamada "Casa de la Imprenta", su construcción fue en un predio
perteneciente al conjunto arquitectónico dedicado a Tezcatlipoca, una de las
principales deidades del panteón mexica; por ello, el inmueble está situado en
los límites del antiguo recinto sagrado de Tenochtitlan. Don Joaquín García
Icazbalceta fue el primero en insinuar que en este sitio estuvo la llamada
"Casa de las Campanas", donde funcionó la primera imprenta del Nuevo
Mundo, cuyo fundador fue Juan Pablos con licencia otorgada por el alemán Johan
Cromberg. En ese entonces las calles se llamaban Martín López y Juan de Cuevas.
Al parecer este inmueble cambiaba rápidamente de propietario, pues se tienen
informes que perteneció al obispo Fray Juan de Zumárraga, y para 1542 la poseía
Martín de Zavala y seis años después estuvo en manos de Martín de Aranguren,
aunque después un misterio corre sobre la finca por espacio de dos siglos. Se
dice que en el siglo XVII la casona perteneció al Monasterio de Santa Teresa de
la Orden de las Carmelas Reformadas.
Es
hasta el siglo XVIII cuando se sabe que el inmueble pertenece a la Real y
Militar Orden de Nuestra Señora de la Merced Redención de Cautivos de la Ciudad
de México. Desgraciadamente, en 1847 las tropas norteamericanas ocuparon el
convento destruyendo completamente el archivo, con lo que se perdieron todos
los títulos de legítima adquisición que hiciera la comunidad de sus fincas.
Posteriormente en 1856 el Padre Maestro Ex provincial y Conmedador del convento
Grande de Nuestra Señora de la Merced, Fray Ramón Dávila, vendió la casa al
Licenciado Lucio Padilla en tan sólo 15 mil pesos. El señor Padilla murió y en
1895, se vende la propiedad a Luisa María Magdalena Contreras, representante
del hospital "San Andrés". Más adelante, en 1918 Arcadio Molina,
director de los periódicos "La Lucha", "La Flama" y "El
Microbio", se estableció como inquilino del inmueble. Cinco años después y
por 40 mil pesos oro nacional, el ganadero Francisco Mier y Terán adquirió la
casa. Por la misma cantidad, su viuda se la vendió a Ismael Rego en 1929. Cabe
destacar que ya funcionaba en el edificio entre otros negocios, la Imprenta y
Papelería Militar "Marte", que bajo otra razón social continúa en
funcionamiento en el mismo lugar. De igual forma, se encontraba la casa de
huéspedes "La Familiar". Un nuevo cambio de dueño surgió en 1939
cuando Amalia Hernández de Rojas compró el inmueble. Siete meses más tarde,
dicha señora lo vuelve a vender a favor de María Ruiz Rueda, originaria de
Guadalajara, Jalisco, quien pidió el desalojo de los vecinos con la idea de
modernizar el inmueble, aunque no le fueron autorizadas las obras.
Ruiz
Rueda vendió la casona de 383 metros cuadrados a su hermano Manuel por 250 mil
pesos al contado. A su muerte en 1967, quedó como única propietaria la misma
María Ruiz, a quien el Gobierno Federal con motivo de los trabajos de
restauración del Centro Histórico, se le compró el 21 de octubre de 1981 por
ocho millones de pesos. En octubre de 1989 iniciaron las labores de
restauración en este inmueble histórico. La Universidad Autónoma Metropolitana
(UAM), y el Instituto Nacional de Antropología, mediante la Subdirección de
Salvamento Arqueológico, desarrollaron un proyecto de investigación
interdisciplinario sobre este edificio para realizar un eficiente proceso de
preservación y adecuación del lugar. Los investigadores descubrieron una pieza
escultórica mexica. Lo primero que se observó fueron unos enormes colmillos y
las escamas, así como un ojo. Poco a poco se pudieron apreciar las dimensiones
de la obra. La parte superior se situaba a 82 centímetros de profundidad al
nivel del piso. Se trataba de una cabeza de serpiente. Es posible que la cabeza
de esta escultura haya sido visible para los inquilinos de la casa en los
siglos XVI y XVII. Un detalle de la construcción es que la mampostería se
mantuvo intacta por más de 400 años. Actualmente, la UAM utiliza el inmueble
como parte de sus oficinas dedicadas a la preservación de la cultura en nuestro
país.
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