EL
HOMBRE QUE PACTO CON EL DIABLO
En
la calles de Uruguay, en el Centro Histórico, se encuentra el inmueble que
habitó Don Juan Manuel de Solórzano, edificio que encierra la historia de un
hombre que, de acuerdo la leyenda, vendió su alma al diablo con tal de saber
con quién lo engañaba su mujer. Supuestamente en las noches aparece un hombre
en el portón de la construcción y pregunta la hora. Si alguien contesta “Son
las 11 de la noche” él dirá ¡¡¡Dichoso aquel que sabe la hora de su muerte!!!
Este sitio en la actualidad sirve de salón para eventos y fiestas privadas, ya
que su arquitectura del siglo XVI lo convierte en un lugar bello y confortable
para pasar el tiempo con amigos, además de que está catalogado como Monumento Histórico
por el Instituto Nacional de Antropología e Historia y por el Instituto
Nacional de Bellas Artes.
Cuenta
la leyenda que Don Juan Manuel sufrió más porque pasaba el tiempo y los hijos
no llegaban al matrimonio. Por algunos momentos, el atormentado espíritu pensó
en retirarse al convento de San Francisco, en búsqueda de paz. Entre estar
ofuscado y ser cuidadoso, Solórzano mandó a traer un sobrino de España para que
manejara sus propiedades y aprovechar para cuidar a su bella consorte. Sin
embargo, tal sobrino era tan valiente y apuesto que fue bien recibido por
Mariana, lo que llevó a Don Juan Manuel a una desesperación total. Presa del Maligno debido a sus celos, Solórzano ofreció venderle su alma al Diablo a
cambio de enterarse con quien lo engañaba su esposa. El Diablo aceptó e hizo el
pacto: Don Juan Manuel debía salir en la noche, y acercársele a quien pasara
por su casa y matarlo a las 11 de la noche en punto, el diablo señalaría al
culpable apareciendo junto al cadáver. En la noche Don Juan Manuel salió de su
casa, envuelto en una amplia capa, con un sombrero cuyas plumas prácticamente
le cubrían la cara y acercándose al inocente transeúnte le preguntaba:
“¿Disculpe
usted ser habitual, qué hora es?”, “las once”, contestaba la pobre víctima, entonces
el hombre enloquecido contestaba: “Afortunado usted, que sabe la hora en que va
morir”, el cadáver al derrumbarse al piso y el asesino mudo e impasible, abría
la puerta otra vez y caminaba por el patio, subía las escaleras e iba a su
cuarto. Por supuesto, los asesinatos frecuentes captaron la atención de la
justicia y los vecinos comenzaron a hablar de hechizos y conjuros en la calle.
Con las cosas de éste modo, una noche el sereno le llevó al cuarto de Don Juan
Manuel el cadáver de su desafortunado sobrino. Una vez que se dio cuenta de sus
crímenes, Don Juan Manuel corrió a confesarse con los Frailes de San Francisco.
Como penitencia debería rezar parado enfrente de las horcas públicas, tres
noches seguidas, un rosario para las almas de los inocentes que había matado.
Desde la primera penitencia, Don Juan Manuel tuvo horribles visiones de
funerales donde él era el cadáver. La tercera noche, Solórzano fue encontrado
colgado de la horca sin saber cómo o quien había hecho justicia, la imaginación
popular pronto vio unas manos de ángel que había ahorcado al hombre celoso y
así fue consignado por tradición.
Roberto S. Contreras Esparza