lunes, 25 de enero de 2016

LA ESQUINA DEL PALACIO DE HERAS Y SOTO

LUGAR DONDE SE ENCUENTRA LA CABEZA DEL ÁNGEL
Esta casa virreinal, que perteneció a un platero español, resguarda planos, actas, fotografías, libros y mapas. Se cree que el edificio fue diseñado por el arquitecto Lorenzo Rodríguez. La casa perteneció a distintas familias hasta que fue vendida en 1941 a la Compañía Mexicana de Inversiones. Desde la década de los 80 resguarda el Archivo Histórico del Distrito Federal. Por suerte, el gobierno del D.F. lo compró en 1972 y lo restauró hasta devolverle su antiguo esplendor. Hoy en el número 6 están las oficinas del Fideicomiso del Centro Histórico, y en el 8 se resguarda el archivo histórico de la ciudad.
Realmente se trata de dos casas pareadas que fueron integradas por una sola fachada. Sin embrago, conservan la unidad de estilo. Ricardo Prado Muñoz, expone en una publicación de 1983 que se trata de dos casas independientes cuyos habitantes debieron tener una relación familiar muy cercana, aunque jerarquizada. Él le llama el Palacio de Manrique y la Canoa en recuerdo de los nombres que anteriormente llevaban las calles donde se ubica. La identificación de los propietarios originales fue motivo de polémica, ya que los Heras y Soto, a pesar de que habitaron y acabaron por transmitir su nombre al inmueble, no fueron sus constructores.
Ahora se sabe que fue construida, a mediados de 1760, por el platero Adrián Ximénez de Almendral y, a decir de los expertos, eso explica el detallado y finísimo trabajo de los relieves de cantera, tan bellos que para Manuel Toussaint no había otros que se le pudieran comparar. Este palacio, como tantos otros, tuvo diferentes usos. En ese proceso, sufrió modificaciones, mutilaciones y deterioro avanzado.
El origen de la dinastía Heras y Soto se sitúa en Santander, España, Allí nació, en 1759, Sebastián Heras y Soto, quien emigró a la Nueva España a mediados de la década de 1770. Por supuesto, hizo fortuna, lo que le permitió regresar a la península para casarse con Mariana Dauville. El primer heredero nación en Santander, en 1780; se llamaba Manuel. La familia se estableció en México en 1781.
El título de conde de Heras y Soto fue concedido a Sebastián por Fernando VII el 27 de Enero de 1811. Manuel fue el segundo conde y fue uno de los firmantes del Acta de Independencia en 1821 y, por breve tiempo, regente del imperio mientras Agustín de Iturbide se preparaba para coronarse. Sus descendientes destacaron no solo en el ámbito social, también en el cultural con personalidades como el filólogo Francisco Pimentel y Heras, quien heredó el título condal  en 1865. Por esta razón, la construcción también fue conocida como “Casa de los Pimentales”. Relacionado con la familia estuvo el historiador Joaquín García Icazbalceta, quien nació en esta construcción.
Aquí se encuentra la cabeza del Ángel de la Independencia que se cayó en el temblor del 28 de Julio de 1957, el día que cayó el Ángel en la ciudad de México se sintió conmovida, según lo apuntó la prensa en su momento, por la más terrible de las catástrofes motivada por un espantoso terremoto ocurrido a las 2 de la mañana con 40 minutos y 51 segundos, siendo uno de los más fuertes registrados en la ciudad.
Teniendo su epicentro en el Estado de Guerrero y una fuerza de 7.5 grados Mercalli, la tragedia causó grandes daños, entre ellos el derrumbamiento de varios edificios y conjuntos habitacionales, rompimiento de cañerías, pavimento y el más significativo de todos: la caída del “Ángel de la Independencia” (monumento que, por otro lado y en su correcta denominación es conocido como la “Victoria Alada”) el cual, cuenta un testigo del acontecimiento: “No se desplomo de un solo golpe, sino que se balanceó repetidamente de un lado a otro, de repente la columna se inclinó hacia la calle de Florencia, y se escuchó un crack estruendoso”.
Y el ángel de tres toneladas que se encontraba ahí desde hacía 47 años, cayó pesadamente rompiéndose en mil pedazos. 90 segundos duró el terremoto. Cinco minutos después, todo fue obscuridad y silencio. Comenzaron a verse chispazos por diferentes rumbos. Eran las líneas de alta tensión que estaban siendo probadas por las centrales de distribución de la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza Motriz. Según informes proporcionados por el señor Fidel Cossío, Gerente de Relaciones Públicas de la Compañía, todo el servicio eléctrico de la Ciudad de México quedó interrumpido durante los primeros minutos después del sismo.
Roberto Samael C E