Roberto S. Contreras Esparza
IGLESIAS
DE LA PUERTA DEL CIELO O PORTA COELI
Los
dominicos llegados a México en 1526, instalaron en la ciudad de México el
Colegio de Santo Domingo de Porta Coeli en 1603 que tenía como fin que los
jóvenes aspirantes a tomar los hábitos de la orden pudieran aprender los
elementos necesarios para profesarla y para evangelizar en las misiones. Al
colegio cuya fundación fue aprobada en el capítulo provincial de 1604, se le
concedieron más tarde todos los privilegios de los que gozaban los colegios
dominicos. Para ello se adaptaron unas casas que pertenecían a Isabel Luján,
nieta de Juan Alonso de Estrada (Gobernante de México en 1524), adaptándolas
para uso de los novicios. Estas casas se ubicaban al sur de la Plaza del
Volador (Venustiano Carranza 107), al inicio de lo que había sido la calzada
que comunicaba a la ciudad de México con Iztapalapa (José María Pino Suárez). Al
poco tiempo, el colegio resultó estrecho para alojar el crecido número de
estudiantes que acudían a sus aulas, por lo que se tuvieron que comprar unas
casas colindantes para ampliar el espacio de que disponían. Al crecer el
colegio, llegó a limitar con el convento de monjas de Balvanera, razón por la
que tuvieron que abrir un callejón (que más tarde sería conocido por la gente
como “Tabaqueros”), que les había sido exigido por las autoridades religiosas.
En
su sencilla fachada de influencia neoclásica, el acceso está formado por un
vano cerrado con un arco de medio punto flanqueado por dos pares de pilastras
en los que se apoya el arquitrabe sin decoración alguna y un frontón triangular
roto en cuyo tímpano se abre una pequeña ventana que ilumina el coro alto. En
la parte superior, remata la fachada una balaustrada de cantera que en otro
tiempo terminaba en sus extremos con dos diminutas torres que hacían las veces
de campanarios. Vale la pena señalar que este templo es el único en el Centro
Histórico en el que se celebran las misas dentro del rito católico
greco-melkita, en el que el sacerdote se coloca de frente a los divinos dones y
de espalda a la asamblea, la misa se imparte en griego y español. El templo es
visitado actualmente por numerosos fieles que veneran al Cristo Negro o del
Veneno, imagen de curiosa historia tenida como muy milagrosa. Las imágenes de
San Charbel, el Santo Niño del Perpetuo Socorro, San Judas Tadeo, San Martín de
Porres, la Virgen de Guadalupe y la Virgen de Juquila, colocadas recientemente
pero que también son muy veneradas en este templo.
EL
CRISTO NEGRO O DEL VENENO
Cuenta
una leyenda que en la entrada del templo de Porta Coeli, los padres dominicos
habían colocado una imagen encarnada de Jesús crucificado de tamaño natural. El
capellán encargado le tenía mucha devoción a la imagen. Diariamente solía rezar
frente a él y le besaba los pies con respeto y cariño. Un hombre, le tenía un
enorme odio al capellán, al grado de querer acabar con su vida. Para ello, un
mal día, untó un poderoso veneno en los pies de la imagen para que al besarlos
el capellán como era su costumbre, absorbiera el mortífero veneno y muriera. Sin
embargó, se dice, que al día siguiente, después de realizar sus cotidianas
oraciones, el capellán se inclinó para besar los pies del Cristo, que en ese
momento, encogió las piernas para impedir que sus labios tocaran sus pies y
evitar su muerte. Inmediatamente y frente a todos los feligreses, la imagen
comenzó a absorber el veneno oscureciéndose hasta ponerse totalmente negro. A
raíz de este suceso que fue conocido por todos en la ciudad virreinal, la gente
lo comenzó a llamar el “Cristo del Veneno” o “Señor del Veneno”. Algunas
versiones señalan que la imagen original fue llevada más tarde a la Catedral
Metropolitana, colocándose una replica en su lugar que también es muy venerada.
El
Cristo del veneno del Catedral Metropolitana
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