El
Palacio de Correos, se erige en el centro del Distrito Federal, como uno de los
pocos monumentos que no padece hundimientos y que ha visto caer a otros
edificios más jóvenes en los grandes sismos ocurridos en 1911, 1957 y 1985. Llamado
por las crónicas de su tiempo como "el riñón de la ciudad", este
inmueble de cuatro niveles y 30 metros de altura situado en la esquina de
Tacuba y Eje Central, fue edificado a principios de 1902 sobre un terreno que
fue sede del Hospital de Terceros Franciscanos, luego se convirtió en la
Escuela de Administración y finalmente en hotel de ferrocarrileros, hasta que
por las necesidades del Servicio Postal Mexicano se decidió construir esta
obra. Dicho proyecto fue encargado al arquitecto italiano Adamo Boari y al ingeniero
mexicano Gonzalo Garita.
El
primero fue coautor del Palacio de Bellas Artes, mientras que el segundo
edificó el actual Hotel de la Ciudad de México (antes Centro Mercantil); la
Columna de la Independencia y fue director de Obras del Palacio Nacional y del
Castillo de Chapultepec durante el Porfiriato. El entonces Presidente de la
República, Porfirio Díaz puso la primera piedra de la construcción el 14 de
septiembre de 1902 que se concluiría cinco años más tarde, el 17 de febrero de
1907, con una gran fiesta a la que arribó el Primer Mandatario en una elegante
carroza, y a la que concurrieron todos los integrantes del gabinete; miembros
del cuerpo diplomático, personalidades de la sociedad y que inició a las ocho
de la noche. El costo de la obra ascendió a 2 millones, 921 mil pesos con 94
centavos.
A
decir de los críticos de arte, el Palacio Postal posee un estilo híbrido o
ecléctico, es decir, sus influencias van desde el medio renacimiento de Italia;
pasando por el medio gótico isabelino hasta el plateresco español. Para lograr
lo anterior se recurrió a contratistas de Nueva York quienes se encargaron de
parte del armazón y acero estructural; el material de fierro y bronce fue
traído de Florencia; la parte de escultura y decorado a base de cantera blanca
de Pachuca y los mármoles de la fábrica de Santa Julia. El piso original y los
acabados de bronce que aún se mantienen en algunas partes de la planta baja y
el primer piso fueron exportados de Venecia. El reloj proviene de Alemania, aunque
por causas desconocidas se perdió una manecilla. En la actualidad ya opera con
varias partes nacionales. Todos los sillares de piedra de las fachadas están
ligados entre sí por amarres de hierro y a su vez con columnas, con el
propósito de hacer trabajar mejor la estructura del conjunto y prevenir el efecto
de temblores y hundimientos.
De
hecho, todas las columnas fueron hechas de yeso con un acabado de cera de abeja
denominado escayola, para luego protegerlas con una armazón de acero con tela
de alambre por dentro. Estas características hacen al edificio más ligero y
esbelto. Sin embargo la historia de este inmueble también ha registrado varios
incidentes. A principios de los 50´s, el tercer y cuarto nivel fueron
concesionados al Banco de México. Incluso se construyó un puente entre ambos
edificios para comunicarlos entre sí. En algún momento de esta cesión que
finalizó en 1991, las autoridades bancarias decidieron realizar un entre piso,
una cocina y un comedor entre otros espacios, lo que rompió con la estructura
original. Por si esto fuera poco, pintaron toda la herrería de negro y las
columnas de naranja. Lo anterior aunado a los efectos de la contaminación
ambiental, hizo necesario que a partir del primero de julio de 1996, empezaran
los trabajos de remodelación. No obstante, el Palacio Postal fue declarado como
Monumento Artístico el cuatro de mayo de 1987.