FRAGMENTOS DE MÉXICO TENOCHTITLAN
A la caída de la gran Tenochtitlan,
sus maravillosas construcciones de templos y pirámides quedaron destruidas, sus
piedras fueron reutilizadas y con ellas levantaron iglesias, coloniales
casonas, palacios y otras construcciones que muchas de ellas aún podemos
apreciar en nuestro Mágico Centro Histórico. Estas piedras talladas de las
llamadas “pieza suelta” quedaron a la vista de todos, pero dispersas entre las
calles de este maravilloso sector y aun las podemos buscar, encontrar y
contemplar, pues son el legado mudo de nuestro gran pasado.
Una de estas piezas, un tipo dintel
con forma de un felino, (ocelote o jaguar) la podemos apreciar en una esquina
de una antigua construcción que en la actualidad es un negocio y que se
encuentra muy cerca de la Avenida Circunvalación en el área de la Merced. Ahí
incrustada en la parte alta de una casona, está la interesantísima cabeza
felina de época prehispánica, que fue tallada en una piedra basáltica, colocada
justo sobre el margen donde convergen la esquina de sus dos fachadas que forman
las calles de Callejón de San Marcos antiguamente (Callejón de Pachecos) y
Emiliano Zapata (Calle de los 7 Príncipes).
Recordemos que en el México
prehispánico el jaguar jugo un papel muy relevante, era parte de su vida, de su
religión y le temían y lo veneraban. Según la revista de Arqueología Mexicana,
el Jaguar era fuerte y ágil, con un agudo sentido del olfato y afiladas garras,
se convirtió en parangón de las virtudes masculinas, identificado con cazadores
y guerreros y, por analogía, con la guerra y el sacrificio. Asesino silencioso
y furtivo, su habilidad para ver en la oscuridad lo asocian con la brujería y
la magia, como alter ego de chamanes o espíritu familiar de sacerdotes y reyes.
Si usted quiere conocer a este
emblemático felino y se encuentra en la zona del Zócalo, tendrá que tomar la
calle de Moneda, de ahí a varias cuadras hacia el oriente logrará encontrar y
apreciar esta peculiar pieza, elaborada en buen tamaño y que podría tener más
de su cuerpo, pero no se aprecia, o tal vez solo es un dintel, una figura que
adornaba alguna edificación de la Gran Tenochtitlan. La escultura representa la
cabeza de un felino con gran realismo, las fauces están semi abiertas mostrando
los colmillos. Tiene un golpe, una fractura en el lado derecho. Encima de esta
cabeza de “Jaguar”, hay una cruz de argamasa que fue colocada ahí para
acompañar a esta singular fiera.
Tal vez solo sea una figura tallada
en una piedra, una de esas piezas sueltas que podemos apreciar aun dispersas en
el Mágico Centro Histórico. Pero es una
pieza especial, que al que gusta de la historia, el que busca estas rarezas y
símbolo de nuestro pasado, podrá contemplarla, comentarlo, tomarle fotos y
disfrutarla e imaginar su origen de como llego ahí y que después de tantos años aún podemos
apreciar.
Roberto Samael C E